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El Ajoblanco, una delicia de los pueblos blancos de Málaga

Pequeñas localidades de casas encaladas y apartadas del ruido componen una de las regiones más bonitas de Málaga, la Axarquía. Una ruta por esta zona nos regala vistas espectaculares y nos ofrece además artesanías ancestrales a tan sólo un paso de la animada y moderna Costa del Sol. Podemos, también, degustar uno de los platos ancestrales más refrescantes de la comarca, el Ajoblanco.La rutaBordeando la frontera entre Málaga y Granada, descubrimos la Axarquía, una zona costera cálida e interior al mismo tiempo, con gran contraste de paisajes, climas y ambientes donde sus pequeños pueblos conservan intacto todo el encanto y sus platos, el sabor de lo histórico. Con raíces en Andalucía, se cree que el Ajoblanco fue un invento romano y, aunque puede degustarse en muchos pueblos de Málaga, Granada, Jaén, Córdoba y Almería, haremos en nuestra ruta una parada imprescindible en Almáchar, localidad malagueña que celebra una importante fiesta en su honor.Pero es sobre la peña en la que se sitúa Comares donde ponemos el punto de partida a esta ruta. Visitamos su castillo, buscamos entre sus estrechas y retorcidas calles la sombra, olemos los geranios que se asoman por las rejas de las ventanas y fotografiamos su aljibe árabe, declarado Monumento Nacional. Desde aquí, seguimos hasta Benamargosa, villa de origen morisco rodeada de huertas, naranjos, limoneros y árboles frutales, especialmente aguacates, que alfombran de verde el estrecho valle del río.Nuestra siguiente parada es Cútar, que parece una extensión de Benamargosa pero que es una localidad independiente. Observamos sus casas blancas, que relucen bajo el sol, y entre ellas, vemos sobresalir la torre de la iglesia, que vigila los cultivos típicos de la zona, olivos y vid.A poca distancia encontramos El Borge, al abrigo de encinas, jaras y retamas, que se entremezclan con vides de excelentes pasas, de ahí que el pueblo se conozca como la Villa de la Pasa. Si hemos llegado hasta aquí, se hace inevitable desviarnos un poco para recorrer las playas cercanas de Torre del Mar y del Rincón de la Victoria. Después, seguimos la ruta para llegar, ahora sí, a Almáchar, cuna del Ajoblanco. Paseamos por la calle de la Cabra, fijándonos en la particular construcción de sus casas: las primeras se construyeron a orillas del río, ladera arriba, usando muchas veces como soporte la casa delantera. Entramos a continuación a la calle de Los Mártires, que rodea la iglesia de San Mateo, del siglo XVI, en cuyo interior se conserva un camarín dedicado al Cristo de la Banda Verde. Fuera del pueblo podemos parar en la cueva del Toro, de interés arqueológico. Desde ahí, continuamos hastaBenamocarra, donde podemos observar su pasado árabe en calles empinadas e irregulares, casas con arcos y patios interiores.Conducimos unos kilómetros para llegar a nuestra siguiente parada, Iznate donde, en los días soleados, una ventana con vistas al continente africano se abre desde su mirador. Aquí descubrimos los pintorescos mosaicos que adornan la plaza del Ayuntamiento.La ruta nos guía después hasta Macharaviaya, conjunto histórico-artístico que gozó de gran esplendor en los siglos XVIII y XIX. En Benaque, dentro del municipio de Macharaviaya, tenemos la casa natal del famoso escritor modernista Salvador Rueda, hoy convertida en museo. El viaje lo terminamos en Moclinejo, donde no podemos dejar de visitar el campanario de su iglesia.El saborLa sencillez del Ajoblanco invita a su preparación. El primer paso es poner en remojo el pan. Después se pelan los ajos, quitando el germen para que sean más digestivos y se pican las almendras. Se escurre ligeramente el pan y se coloca en un recipiente junto a las almendras, los ajos, el vinagre, la sal y el aceite. Se tritura con la batidora hasta conseguir una crema homogénea y se diluye en agua fría. Se sirve en copas frías con tiras de jamón por encima y hay quien lo toma con uvas moscatel o taquitos de melón.Las almendras son fuente de proteínas vegetales y de grasa monoinsaturada (beneficiosa para la salud cardiovascular) y también aportan vitamina E antioxidante, al igual que el aceite de oliva. En las uvas abundan diversas sustancias con propiedades beneficiosas, como los antocianos, flavonoides y taninos. La presencia de pan aumenta el contenido de hidratos de carbono del plato.