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Chorros de historias

El coche arranca. Mi padre está al volante. El que escribe, a su lado. Jennifer Romero, Pilar Chica y Pedrito López, en los asientos traseros, algo apretados. La tarde, espléndida, invita a recorrer puntos de la villa que suenan a vida: fuentes y pilares, historias del pueblo y de su entorno.Fuente de la Mujer El barrio de Los Picachos duerme la siesta. Apenas hay ruido. Ruge el motor encendido del auto. También se oye caer el agua de La Fuente de la Mujer, restaurada por última vez en 2005. Denominada “Almoguer” (corriente de agua para regadío), sirvió, en el pasado, para que las mujeres se lavasen las caras y los agricultores regasen las huertas. “Decía la gente que los rostros lucían más bellos. Lo cierto es que tiene menos cal que otras fuentes”, asegura María Teresa Murcia, cronista oficial de Frailes. Hoy, es un sitio estupendo, testigo de los vecinos que toman el fresco en las noches estivales.Pilar Eras del MecederoEs inevitable pensar en la Feria de Agosto. El pilar de Eras del Mecedor ha formado parte de no sé cuántas escenas de amores incipientes, de borracheras juveniles, de conflictos hormonales. Construida hace veinticinco años, “revive” el primer fin de semana de agosto cuando, justo al lado, la vida es un botellón.—En esta era se sacaba el grano hace unos treinta años —recuerda mi padre.Fuente del RasoYa en La Martina, el caudal de la Fuente del Raso discurre enérgico, como con rabia, a diferencia de las épocas en que no llueve: entonces se seca. El paraje, con merenderos propicios para reuniones amistosas, es uno de los más visitados de Frailes. Pedro López me lleva al nacimiento de la fuente. No es fácil seguir su paso. Hay barro. Cruzo el caudal. No me mojo los pies, por suerte.—Qué inútil eres. Hasta yo puedo saltarlo —dice mi padre. Pedrito, que camina por terrenos pedregosos a un ritmo mayor que el resto, ríe.Fuente de La PazLa abuela del restaurador Miguel Montes habitó una cueva ubicada en el paraje de Sotorredondo. Una enorme roca fue su techo, el mismo que ahora vemos. La que fuera residencia de la mujer no está a ras del suelo. Hay que subir un pecho poco pronunciado. Las gotas de agua, fruto de lluvias recientes, chorrean. La hierba crece.—Mi marido vivió unos años allí. Y aún le gusta ir al lugar. Lo hace a menudo —explica Josefa Pérez, esposa del conocido cocinero local.La Fuente de la Paz, que está junto a la cueva, heredó el nombre de aquella humilde señora ajena, por un tiempo, a los núcleos poblacionales. El caudal luce, hoy, generoso. Un caballo me contempla mientras fotografío el lugar.Fuente de Los RosalesDos patos vuelan por encima de nuestro coche. Vamos a Los Rosales, pedanía frailera.— ¿Son patos, Pedro? —pregunta nuestro conductor.—Sí. No los he visto en mi vida.Dolores Muriana, que reside en Los Rosales, tiene ochenta primaveras. Asegura que la fuente que está junto a su hogar fue construida hace más de seis décadas.—Recuerdo que yo tenía unos veinte años cuando la pusieron en este lugar. Antes había una pila cerca de aquí. Era yo más joven: tendría doce—explica la mujer. Posa, tras titubear, con su delantal. La calle está mojada. Mis calcetines dan fe.—El agua nunca sube hacia arriba, Fran —ironiza Paco “El Charro”.Fuente de El EspinarNos desviamos hacia El Espinar. Entramos en el término municipal de Valdepeñas.La fuente que buscamos está escondida en una suerte de barrio aislado. Vemos algunos coches, que descansan a orillas de las viviendas. Paqui, vecina de la zona, nos “da permiso” para dirigirnos a nuestro destino. El entorno que rodea la fuente (barro, hojas sueltas, hierba ahogada en charcos pantanosos) evoca penumbra.  Es un cuadro melancólico.Miguel Moya fue uno de los primeros habitantes de El Espinar que disfrutó de una televisión en su domicilio. Tenía una posición económica desahogada.—Los que vivíamos en zonas vecinas solíamos ir a su casa para ver los toros. Era una pantalla pequeña — rememora mi padre.Fuente El FresnoEntre Cueva la Hiedra y el paraje de El Saltadero. Ahí reposa, como escondida, la Fuente El Fresno. El motivo de su denominación responde a la lógica: está junto a un árbol de la familia de las Oleáceas, de tronco grueso. Percibo un contraste llamativo: la planta, deshojada, parece que agoniza, al tiempo que el agua, como un riachuelo, parece reanimar al árbol, oxigenarlo. La fuente nace en la falda del barranco Liguerón (Valdepeñas de Jaén).El viejo fresno fue muy visitado años atrás. Vecinos de Cueva la Hiedra se acercaban al chorro con un objetivo: almacenar agua para cocinar. Mi bisabuelo Antonio Valdivia “Rompe”, que cantaba y tocaba el acordeón, la transportaba en porrones. Luego, en su casa, la usaba para hacer cocidos.Fuente Las Salegas—Hace mucho tiempo que no vengo aquí.Es normal que la nostalgia sacuda a mi prima Pilar: la era cercana a Cueva la Hiedra fue escenario de su infancia. También de la mía. Nuestro abuelo vivía allí. Mi padre, que lo añora, apenas visita el recóndito paraje.La breve estancia merece la pena: Las Salegas, una extraña y preciosa fuente, arroja. Y es noticia, porque estaba vacía desde hace más de una década.—La he visto con agua tres o cuatro veces en mi vida.Mercedes Álvarez reside en Cueva la Hiedra. Tiene sesenta años.—¿Has pillado una liebre? —me pregunta con sorna.El reporterismo obliga a ir al lugar de los hechos. Uno no puede (ni debe) escribir una historia sin conocer a sus protagonistas, sin palpar su realidad, sin pisar sus terrenos. Yo, en mi afán por reportear, piso mal, resbalo al expedientar la ubicación de La Fuente Las Salegas. Mis pantalones, mi chaqueta y mi cámara se mojan, se llenan de barro. Jenny, Pilar y Pedrito se descojonan. Me levanto con dignidad.Fuente de Cueva la HiedraLos perros del lugar se alteran cuando desconocidos acuden al cortijo donde vive Mercedes Álvarez. La mujer, amable y cercana, me lleva a la fuente que ha visto durante toda su existencia. Posa con mi padre, que fue su vecino. Andamos por el suelo lleno de piedras. Tras la instantánea, Álvarez le da un saco vacío a mi progenitor. Es para no manchar mi asiento. Solo así puede continuar el viaje. Abandonamos el término municipal de Valdepeñas.Fuente de La PiliEs muy pequeña. Está entre Hoya del Salobral y Los Rosales, en el paraje de Las Lagunillas. Echa un chorro débil, pero constante. Mi cámara está rota. Jenny coge su móvil y retrata a la humilde fuente. Las risas de Pedrito y Pilar, debido a mi traspié, aún retumban en el coche.Fuente del Santo CustodioEntramos en territorio especial para Jenny: Hoya del Salobral, aldea de Noalejo. Gente de todos los lugares acude a la Fuente del Santo Custodio, prueba de que la fe en el curandero perdura medio siglo después de su muerte.—Los fines de semana hay colas para llenar agua. A veces hasta se acumulan los coches y hay problemas de tráfico —asegura Jenny.La foto de Custodio preside la pila. Según mi cuñada, hay estudios que afirman que el agua de la fuente tiene menor mineralización que la de Lanjarón.Pilar de Las CuevasEncontramos, de vuelta a Frailes, a Pepe Atienza. Camina cerca de La Posá.—Está aquí desde hace más de cincuenta años. Lo recuerdo desde niño. Toda la vida ha tenido agua. Pero, hombre, ¡si lleváis a Pedro “Polla”! —dice al descubrir a Pedrito en los asientos traseros del coche.Restaurado en el año 2003, el pilar de Las Cuevas tiene dos caños que arrojan todo el tiempo.Fuente ElviraNo está claro si la fuente tomó el nombre de la calle o fue al contrario. “La presentación es peculiar: una oquedad en la roca, con caño de piedra, que deja caer las aguas en la pila. Está rematada con una losa a modo de peineta, en donde está inscrito el escudo de Frailes, el blasón de nuestro pueblo, que ostenta cruz, torres y llaves. El ruidillo y la frescura del rincón  invitan al viandante a inclinarse y mojarse los labios”, explica la cronista oficial de Frailes, María Teresa Murcia.Pilar del Puente de los MolinosDionisio González tiene problemas de movilidad. Descansa sentado en la parada de autobús que hay junto al pilar del Puente de los Molinos. Sus muletas lo flanquean.—Yo bebo agua todos los días, aunque tenga un poco de cloro —comenta, entre risas, el anciano.El pilar fue víctima de una jugarreta de adolescentes hace unos años. Un petardo estuvo a punto de destrozarlo. Los mismos díscolos que lo atacaron tuvieron que reformarlo. Obligados, por supuesto.El NacimientoAntonio Torres y su mujer, Josefa Rojas, llenan sus botellas de agua de El Nacimiento. Viven muy cerca de la famosa fuente. “Es la más importante de Frailes por su caudal y emplazamiento. Sigue la tradición de las alquerías musulmanas, a media ladera y en torno a una fuente. No olvidemos que la calle de encima lleva el nombre de Castillejo, tal vez en recuerdo de algún tipo de fortificación para defender a los pobladores, los ganados y el manantial”, informa Murcia. “Las mujeres, pertrechadas con la canasta de mimbre y la ‘panera’, se dirigían al lavadero para hacer la colada, momento que era aprovechado por los ‘mocicos’ para pretenderlas y declararles su amor. Aunque esto también sucedía cuando con sus cántaros de agua se dirigían a la fuente para abastecer las viviendas”, agrega. El Ayuntamiento de Frailes planea remodelar El Nacimiento, embellecerlo.Mi padre y Pedrito se van a trabajar a Los Linarejos. La tarde concluye.***El BañoLa noche llega al pueblo. Mi hermano Toni y su novia, Jenny, me acompañan. Regresamos de Alcalá. Nos quedan un par de fuentes y un pilar.La de El Baño está iluminada por las farolas. Cuenta Murcia que el autor Ángel Gabinet descansaba en el antiguo balneario de Frailes. “El agua procede de La Cuesta, una elevación del terreno que hace que llegue hasta el caño por su propio pie. Antiguamente, la fuente tenía un caño central por el que caía el agua a una pequeña pila, hecha a propósito para colocar los cántaros”, añade. Fue restaurada, por última vez, en el año 2001.Fuente de la IglesiaConstruida en el siglo XIX, está en la Plaza de la Iglesia Santa Lucía Mártir. No se oye en la noche otro sonido que el goteo incesante de su caño. Al menos esta noche. Mi hermano alumbra con la luz de su coche para que yo pueda fotografiarla. En el pasado surtió al barrio “Chocolate”. El agua no es potable, pero poco importa: la gente bebe de ella sin apuro.Pilar de la Plaza del Rector MudarraSi antes tuvo enfrente una farmacia, ahora “vive” al lado de una pizzería. El pilar está sereno, como si fuese guardián de la Plaza del Rector Mudarra, figura histórica que residió en Frailes, un pueblo con ocho pilares, que no manantiales. En cada barrio se instaló una fuente por cuestiones logísticas. “Una aquí, otra en los Picachos, la del Mecedero, en Plaza de los Toros, la de la calle Mesones, antigua y gallarda, no puede faltar, en el Cerrillo, centinela de los que llegan. También en la Puente Alta uniendo barrios. Y por último, y la más moderna, en la Carretera. Ocho pilares que conforman una manera de ver el pueblo, de descubrir sus recovecos”, concluye Murcia.Nos vamos. Acaba la primera búsqueda de historias que gotean.***Fuente de DornajueloLlueve en la tarde. Pedrito López llega a mi bar. Pide un café con leche.—Tendrás que coger un paraguas —me dice.Mario Cordón tarda muy poco en sumarse a la aventura. Se monta en la parte trasera del auto tras beber un chupito de hierbas. Pedrito conduce. Rubén “Flor” amaga con seguirnos. Nos pita insistentemente.—¿Habéis visto la fuente del avellano? —pregunta, la sonrisa maligna en la boca.Llegamos a La Hijuela, que está en Las Nogueruelas, para ver la Fuente de Dornajuelo. Hay una fecha inscrita justo encima del poderoso caño: 1989. La pila rezuma más antigüedad. También se puede leer “Prohibido lavar. Gracias” en la parte del lavadero.La lluvia es fina. Pedrito me tapa con el paraguas.—Aquí suelen reunirse los cazadores para comer y beber —asegura.Fuente de la cuesta de la folláLas carcajadas de Mario Cordón sacuden Los Linarejos. Le hace gracia el nombre de la fuente. No he investigado por qué se llama así. Quién sabe. Es preciosa. El caudal enérgico emula una cascada en miniatura. Me refiero a una cascada natural.Mario, que se ha adueñado del paraguas, posa al lado de la fuente de cuyo nombre puede fácilmente acordarse. No todos los días se conoce una así, pensamos los tres de vuelta a mi casa.***Fuente HuránLa dejamos olvidada cuando subimos a La Martina. Se llama Hurán, aunque cuanto más pregunto por su nombre más difícil es saber si es “Turán”, “Durán” o sepa Dios. Finalmente, tras escuchar una significativa polifonía de voces, gana Hurán.Nico Adrian, el pintor británico de Frailes, me recoge en mi bar. En la puerta de Carnicería Ribera espera Pedrito, que vuelve a subirse atrás.—Esta es la mejor, Fran.Cerro del Endrino. Llegamos tras los pasos de López, el joven experto en naturaleza. Nos conduce durante metros. Vamos en paralelo a un río. Pedro busca el sitio exacto para cruzar a la orilla de enfrente.—Es el heredero de El Muti —dice Nico, que camina con un bastón.Pedro aborta una risa. La afirmación fina del inglés es perspicaz, periodística: el pequeño de “Los fregones” se mueve como una centella entre tierra y arbustos. En un pueblo habitado por jóvenes que, en su mayoría, sueñan con salir de Frailes, Pedrito quiere quedarse, ser agricultor, vivir en y del campo. También puede ser guía turístico.Encuentra el lugar. Un par de piedras que asoman en el agua nos sirven de apoyo. Cruzamos. Y entonces hay una escena: un olivo enorme, una fuente que chorrea, como si el árbol llorase.—¡Guau! ¡Fantástico! —exclama Nico.—¿Desde cuándo está el olivo aquí? —le pregunto a Pedro.—Llevará unos cien años —responde.Me da igual si exagera. La precisión temporal es lo de menos. Prevalece la belleza de Hurán, un nombre que merece, al menos, una historia. Fran Cano. Frailespatico